9 de junio de 2012

Buenas vibraciones...


Llevaba un mes y medio sin ir de pesca por razones ajenas a este blog. A veces las cosas no salen como a uno le gustaría, y cuando no apetece hacer una cosa, lo mejor es no hacerla.
No recuerdo semejante parón tiempo atrás, pero las cosas vienen como vienen y hay que adaptarse. Después de unos cuantos fines de semana tirados a la basura, sin muchas ganas de no hacer nada y con el coche a punto y después de corregir todas las disconformidades que mis "amigos" de la itv de malpica me dijeron... esta semana un gusanillo volvió a picarme, y la llamada de las aguas hizo, que con todo preparado, allí que me fuera.

Tenía ganas de perderme al menos unas cuantas horas por algún olvidado río. Hoy en día, estar sin cobertura es un privilegio. En este caso y después de tanto tiempo, pescara mucho o poco, igual daba. El caso era retomar la actividad y volver a disfrutar de algún buen lance.
Antes de que sonara el despertador, ya estaba despierto, y a las 6 de la mañana me preparé el desayuno y al coche. Parece que algo había refrescado, pero el día a primera hora prometía.
Decidí pescar un tramo nuevo para mí de un río que es precioso de visitar. Mientras me ponía las botas y el wader, estaba con muchas ganas de olvidarme de todo y pasar un buen rato. Cerrar el coche y meterme en el agua fue todo uno, y los lances comenzaron. Volver a escuchar el sonido del discurrir de las aguas, el cantar de los pájaros, lanzar aquí y allá...
Tuve un comienzo muy malo. En la primera hora tuve un par de picadas, y nada más. En cualquier caso, me sentía cómodo, y sabía que más tarde o temprano, un lance preciso a unas raíces sumergidas, el paso de la cucharilla por alguna postura tentadora, me daría alguna trucha.

A la hora y poco de comenzar, esta pequeña trucha le gusto la cucharilla y entro con ganas. 




Pensé… al menos ya he sacado una… más bien fue una detrás de otra. Las truchas se activaron, tuve ratos realmente buenos en los que las picadas y las capturas se sucedían, entre corrientes, pocetas y pequeñas badinas.











Conseguí abstraerme y las 3 horas y media se convirtieron como en los 20 minutos de recreo que teníamos en el colegio. En ese tiempo disfrute. Tuve lances increíbles con la trucha a escasos milímetros de la cucharilla sin morder para terminar picando. Otras picaban a la caída. En la lista fui apuntando el número de capturas. 











El contador se paro en 25 truchas, algunas de ellas de buen porte y muy luchadoras.





Recuerdo que el último día de pasármelo de bien como en esta jornada, fue un día de junio de hace 3 años en un río muy querido para mi, en el cual saque en una mañana 34 truchas. En Mérida no hay ríos como este, y lo cierto que este tipo de pesca la he echado mucho de menos el tiempo que estuve allí.
Desde entonces he tenido buenas capturas, algún buen rato, pero días como este, son los que se recuerdan mucho tiempo y hacen afición, mucha afición.
Amén.